viernes, 16 de marzo de 2018

Las batallas del General Invierno.

Napoleón, los suecos o Hitler se internaron en Rusia para domeñarla. Fracasaron. Los machacó el frío, un aliado de los rusos poderoso e inmisericorde que desquicia a los soldados y gana batallas.

La mañana del 14 de septiembre de 1812, domingo, ha salido un engañoso Sol. Tras vencer a los rusos en una serie de batallas, los soldados napoleónicos pueden contemplar los tejados de Moscú, una ciudad abandonada por la población civil.

Los cascos de los caballos y el patear de miles de botas es lo único que se oye. El silencio pone inquietos a los soldados franceses. Dos días después, la capital rusa empieza a arder por los cuatro costados. Antes de mandar a los civiles abandonal la ciudad, el gobernador Rostropchin, había ordenado a un centenar de hombres que quemaran las casas de Moscú, una vez que los soldados se hubieran instalado en ellas. Los rusos también habían quemado los campos de cultivos y las alquerías de los poblaciones colindantes. El ejército francés, tras haber estirado sus vías de abastecimiento hasta lo imposible, se quedaba sin vituallas.

Un mes después, Napoleón abandona Moscú y avanza hacia el oeste con lo que queda de su ejército. Es un infierno. Las temperaturas caen en picado. Los caballos mueren debajo de sus jinetes y  eran despiezados por los soldados. Los cosacos matan de forma atroz a los soldados invasores que se rezagan o se apartan del grupo para buscar leña o comida.

Tras la batalla del Puente de Beresina que puso fin a aquella espantosa retirada, y a las posibilidades de Francia de dominar Europa, Napoleón escribiría de aquella campaña: "No nos han vencido los ejércitos rusos. Los hemos derrotado en el Moscova, en Krasniy y en el Beresina (...) El frío del invierno es lo único que nos ha obligado a retirarnos. En primavera emprenderemos una nueva campaña. y será victoriosa". Pero a Napoleón ya no le queda un ejército adecuado con el que intentarlo. Entró en Rusia con 680.000 hombres delos que solo sobrevivieron 136.000. Solo le queda el 20 por ciento de sus hombres.



En 1707, el monarca sueco Carlos XII, un gigante de la guerra de su tiempo decidió emprender una campaña contra Rusia, esa nueva potencia que, bajo la tutela de Pedro I el Grande miraba por primera vez a Occidente. No le salió según lo planeado. Las tropas rusas se retiraron y quemaron algunas aldeas para evitar que la Intendencia sueco forrajeara sobre la marcha.

Para desgracia de los soldados suecos, el invierno de 1707 fue el más frío del siglo XVIII. Los armones de la artillería, los cascos de los caballos y las botas de los soldados de infantería tenían que chapotear en la ratputitsa, un barrizal de proporciones bíblicas. La raputitsa es producida por la infiltración de agua de lluvia en otoño o el agua de deshielo de las nieves en primavera.

Tras perseguir a los soldados rusos en otoño e invierno, en lo que los historiadores conocen como la Gran Guerra del Norte, los suecos fueron derrotados en la batalla de Poltava.





La batalla de Stalingrado ( noviembre de 1942- enero de 1943) comenzó com el bombardeo masivo de un nudo de comunicaciones ruso que aprovisionaba de combustible al Ejército Rojo. Las mujeres utilizaban los escasos cañones antiaéreos pero eran insuficientes para frenar las oleadas nocturnas de Stukas y Heinkel.

La base de la derrota alemana no fue la tecnología, clave en la expansión por Europa de 1940, sino en el hecho de que Hitler subertimó el hecho de que las roderas de sus Panzer maniobraban peor en la raputitsa que los de los T 34 soviéticos.

Otra de las cosas es que los uniformes de los soldados de infantería, especialmente el calzado con suela de cartón, eran inadecuados para una campaña larga en Rusia. El aceite lubricante de aviones, camiones de la Intendencia y los Panzer se congelaba en los motores, ralentizando las campañas y llevando a los alemanes a una guerra de posiciones para la que no estaban preparados.

Tampoco contaron con el nivel de preparación del Ejército Rojo, que también movilizaba a las mujeres jóvenes en el campo de batalla, y al nivel de producción de la industria pesada rusa. Los obreros de Novosibirsks y Los Urales producían 220 carros de combate al mes en 1942, mas que los Panzer producidos por sus adversarios alemanes.

Además de las bajas por congelación, disentería, desnutrición, los médicos alemanes tenían que atender soldados que ya no servían para combatir por stress postraumático. Stalin podía perder más hombres en una mañana de combate que Hitler, y eso marcó el destino de los hombres del Sexto Ejército, así como la indecisión para rendirse del general Von Paulus, al que parecían tener que sacarle las decisiones tácticas con sacacorchos.

Posiblemente, lo que marcó la idea de desobedecer al Fuhrer y rendirse fue la caída del aeropuerto de Pitomnik en 23 de enero de 1943. De 300.000 hombres, solo 5.000 volvieron a sus casas en Alemania tras la muerte de Stalin. El 3 por ciento del Sexto Ejército, incluyendo a Von Paulus.

Trailer de STALINGRADO (1993), Joseph Vilmaier.

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