jueves, 16 de noviembre de 2017

150 º aniversario de la publicación de El Capital, de Karl Marx.

Es uno de los libros más influyentes y más vendidos y complejos de leer. Karl Marx dedicó años de esfuerzos y penurias para publicarlo en 1867, hace ahora 150 años.

Inglaterra. El editor Meissner examina el manuscrito que le acaba de encomendar un estrafalario personaje. Ha entrado en su oficina vestido con un traje arrugado, de hace tres años. Es alemán pero ha cruzado el Canal de la Mancha con un viático procedente de los bolsillos de su mecenas Engels.
Se supone que lo que Meissner tiene en las manos es el primer tomo de un total de seis sobre una farragosa y confusa obra de filosofía política.

Mira de reojo a Marx. Parece desaliñado y su salud tampoco parece muy boyante. El propio Karl Marx le podría decir que sufre de insomnio, tenía el hígado estragado y sufría hidrodermitis, una variedad maligna de acné. No solializa mucho a causa de la falta de higiene y el fuerte olor corporal. Además tiene furúnculos en las nalgas que le hacen muy doloroso permanecer sentado.

Meissner decide publicar el libro, que sale a la luz en septiembre de 1867,.

EL CAPITAL tardó en convertirse en el best seller que ahora es. En realidad muchos activistas políticos compran el libro pero de esos, los pocos que empiezan a leerlo, no lo terminan. Es difícil de seguir los abstrusos razonamientos de Marx. Harold Wilson , "el primer ministro británico colocado más a la izquierda del Partido laborista", declaró que la obra era un "peñazo".

El propio Engels, mecenas y protector de Marx encontró su lectura "terriblemente agotadora y confusa para alguien que no esté muy atento. El libro se resiente de la persecución de los forúnculos", escribe. Marx contesta: "Espero que la burguesía se acuerde de mis furúnculos hasta el día de mi muerte".

Marx había nacido en Prusia, en el seno de una familia de judíos acomdados convertidos al luteranismo. Su padre quería hacer de él un abogado, pero Marx se decantó por la Historia y la literatura. En a Universidad se mostró como un alumno irregular y algo bullanguero, más amigo de tabernas que de aulas. Fue presidente de la Taberna de Tréveris, un grupo de estudiantes, y se libró del servicio militar alegando una mala salud.

En 1848 había fracasado la revuelta parisina y los ecos de esta derrota se esparcían por toda Europa bajo la forma de un endurecimiento del trato a los elementos sociales - clases proletarias - que habían protagonizado las algaradas y que más tenían que perder con todo ello frente a una burguesía absoluta paternalista y dormida en sus laureles. Marx decidió hablar en su nombre.

Salvar el mundo requería mucha formación y lectura de filósofos sociales, por lo que declinó ganarse lavida como funcionario, lo que le llevaría a la precariedad económica que ya nunca le dejó. Expresar sus ideas en la prensa radical prusiana, le valió una persecución a manos de la justicia, que le llevó a exiliarse en París, y posteriormente en Londres.

Marx tenía una vena bohemia que le llevaba a concentrarse en su trabajo intelectual, lo que le llevaba a descuidar su higiene y sus obligaciones como esposo y padre. Un agente de la Policía Política de Londres lo expresaba así en un informe: "Pocas veces se lava, se acicala o se cambia de ropa. Se emborracha con frecuencia, trasnocha y se levanta tarde. A menudo se pasa la noche en vela y a mediodía se tumba en el sofá con la ropa puesta. Cuando entras en su habitación el humo del tabaco mezclado con el de la estufa hace llorar los ojos...los muebles, que ninguna almoneda admitiría, tienen un dedo de polvo. En la mesa del salón, cubierta con hule, se apilan manuscritos, trapos y retales del costurero de su mujer, tazas desportilladas, cubiertos, vasos, lámparas, un tintero y pipas de arcilla, todo espolvoreado de cenizas de ceniza. Hay una silla, pero los niños han estado jugando en ella a las cocinitas y si te sientas puedes mancharte los pantalones".

De todas maneras, Marx no paraba mucho por su casa. Solía escribir sus textos contra la "mierda económica", en la sala de lectura de la British Library, cuyo asiento fijo de trabajo, el 07 todavía se conserva.

La vida profesional de Marx fue un desastre, porque, como muchos de sus seguidores, jamás tuvo un empleo fijo. Vivía de colaboraciones periodísticas, de su participación en proyectos de revistas políticas que jamás llegaban a sacar el primer número, de su herencia y la de su mujer, y poco más. Como diría Engels, en un destello de humor negro: "Nadie escribió sobre los equilibrios económicos con tanta falta de dinero". La mujer de Marx, diría, hablando de los escritos de su marido: "Es una suerte ver el manuscrito copiado y formando un taco voluminoso de folios. Es un peso enorme que me quiro de encima; ya teníamos bastantes problemas y preocupaciones sin ese peso.. pero tantos años de angustias y ansiedades me han afectado los nervios".

Esta precariedad terminó en parte cunado Engels, el protector y mecenas de Marx, acordó concederle una pensión anual de 350 libras. Pudo escribir otros tres tomos, y como el buen burgués frustrado que Marx era en realidad, dejó embarazada a la criada. Por cierto que a la mucama nunca se le pagó, sino que trabajaba por comida y alojamiento. Lo que no deja de ser una paradoja viniendo de un tipo que aspiraba a ser el azote de los explotadores y burgueses acomodados.

De hecho, parece que para Marx lo que escribía era una entelequia filosófica con la que ni siquiera aspiraba a cambiar el mundo. Fuera de los contactos con revolucionarios profesionales, Marx nunca se acercó a una fábrica o a un infecto taller del East Side para ver con sus ojos la realidad contra la que luchaba. En una ocasión buscó una excusa para no visitar una fábrica de hilaturas donde las operarias se estropeaban los pulmones con los vapores de los tintes.

EL CAPITAL y EL MANIFIESTO COMUNISTA, escritos al alimón con Engels, cobraron tal protagonismo durante la etapa final de la vida de Marx que algunos grupúsculos de reformadores sociales y revolucionarios empezaron a llamarse "marxistas", aunque no siempre interretaron corresctamente el mansaje de esas dos obras. Marx, ante esto, en una ocasión declaró: "En lo que a mí respactta, yo no soy marxista".

PARA VER:
Escena de la película EL JOVEN KARL MARX (2017). Engels se confronta con el dueño de una fábrica.

https://www.youtube.com/watch?v=aNPwxwes5ck

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