domingo, 27 de agosto de 2017

La Rosa Blanca.

Durante el III Reich, nadie estaba a salvo de las delaciones, los juicios arbitrarios o las ejecuciones. Pero no todos los alemanes callaron. Un grupo de universitarios se levantó enarbolando su única arma: la palabra; eran la Rosa Blanca.

"Por favor; haz todas las copias que puedas de este panfleto y distribuyelas". Ante los ojos de Goebbles su asistente le mostraba docenas de apostillas terminadas con este frase. Quien estuviese detrás de todo aquel despliegue estaba jugando con fuego, pero se trataba de un grupo de personas muy escurridizo. ¿Quiénes serían?¿Comunistas fogueados en la lucha clandestina?¿Agentes del SOE? ¿¿Funcionarios?¿Militares no hitlerianos o descontentos con el devenir de la guerra?
Los fundadores de la Rosa Blanca eran Alexander Scmorell y Hans Scholl, de 22 y 23 años respectivamente. Ambos estudiaban Medicina en la Universidad de Munich y les interesaban la Literatura y la Filosofía. Eran idealistas y patrióticos. Como muchos jóvenes de la época, habían pertenecido a las Juventudes Hitlerianas, pero presentían que Hitler no les decía toda la verdad en cuanto a las verdaderas razones de sus decisiones y que estaban luchando en una guerra injusta. Así que decidieron redactar panfletos contra el Régimen nazi y distribuirlos por la Universidad.
Al grupo se fueron incorporando otros compañeros de estudios como el padre soltero Cristop Probst, y Sophie Scholl, la hermana de Hans, estudiante de Biología, además de Kurt Huber, uno de los profesores de Filosofía. Los chicos, encuadrados en unidades de asistencia sanitaria, vistieron el uniforme de las S.S. y acudieron el frente oriental, donde pudieron ver de primera mano las actividades de los comandos de limpieza étnica y escuchar el testimonio de soldados que se sentían tan engañados como ellos.
Sus primeros cuatro panfletos vieron la luz entre junio y julio de 1942. Usando direcciones obtenidas de las guías telefónicas y contactos de amigos de otras universidades, sus opúsculos empezaron a recorrer toda Alemania y a encender las primeras protestas contra el Régimen.
Su siguiente panfleto se tituló:"Llamamiento a todos los alemanes", firmad con el nombre de "Movimiento de Resistencia en Alemania". En febrero de 1943 se produjo la derrota de Stalingrado, en el que perdieron la vida más de 300.000 alemanes. La convicción de que Alemania iba a perder la guerra por parte de los miembros de la Rosa Blanca aumentó.
Los panfletos estaban mecanografiados por la máquina de escribir de Hans Scholl y mimeografidos con una tinta elaborada con té para no ser descubiertos. El panfleto que se repartió por todo el país en febrero de 1943 decía:"Desde las llamas de Beresina y Stalingrado, los muertos nos convocan". Sería el último antes del desastre.
La noche del 18 de febrero de 1943, los hermanos Scholl salieron de casa con una maleta llena de panfletos y se dirigieron a la facultad. Una vez allí se separaron, pegaron con cello en las paredes algunos de los panfletos y los metieron por debajo de las puertas de las aulas. Terminado el trabajo, Sophie Scholl decidió deshacerse de las octavillas sobrantes tirándolas desde una balaustrada porticada al vestíbulo. Esta acción fue vista por un vigilante nocturno, que la sujeto de la muñeca y se lea llevó a un cuartucho, donde la encerró. Al poco rato vinieron unos agentes de la Gestapo para llevársela.
El agente Robert Mohr se hizo cargo de los interrogatorios. Sophie lo negó todo y dio excusas y explicaciones con tal aplomo que casi convence al interrogador. Ninguno de los hermanos fue torturado durante los interrogatorios.
Como todos los juicios contra opositores de la Alemania nazi, el de los Scholl pareció una obra de vodevil barato. El juez Roland Freisler fue enviado desde Berlín para hacerse cargo de la tarea, y desde el principio actuó más como un apoyo para la Fiscalía que como un juez imparcial. Bramó, gesticuló, ridiculizó a los tres acusados, pues Probst también había sido capturado. Y los condenó a morir en la guillotina.
Para 1944 la Rosa Blanca estaba desarticulada, y sus miembros ejecutados. ¿Final de la historia? Pues no, exactamente. El mariscal Helmuth von Moltke no era hitleriano y tenía varias copias de su último panfleto. Él se encargo de que el opúsculo llegara a Escandinavia, y de allí, a Inglaterra. Una escuadrilla de bombarderos británicos lanzaron las copias durante una incursión nocturna sobre Alemania.
No se supo nada de estos valientes jóvenes durante toda la Guerra Fría porque las actas de su proceso fueron archivadas durante años en la RDA, otro régimen totalitario y policial, que temía que el recuerdo de su gesta sacase a escena imitadores.

Para ver:
Roland Freisler humilla a los acusados en medio de un juicio- farsa. Película: "SOPHIE SCHOLL: LOS ÚLTIMOS DÍAS. (2005)
https://www.youtube.com/watch?v=x-DqEOktQQM

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